Si han de pasar a la historia de la economía estos años del inicio de la tercera década del siglo XXI, 2020 sería el año del hundimiento y 2022, generalizando, el año de la recuperación, no sin problemas, como recordaremos más adelante, en unas Illes Balears que han liderado con claridad la tasa de aumento del empleo, de reducción del paro y del PIB a nivel nacional, lo mismo que habían encabezado el desastre económico provocado por la pandemia mundial de la COVID-19 dos años antes.
En cualquier caso, para la ABEF, que Balears tenga un tratamiento fiscal diferenciado, con deducciones y reservas de inversión, entre otras medidas, se trata de un paso histórico y vital cara a que las empresas de las islas puedan competir en igualdad de oportunidades con las del resto del territorio español, atraigan inversiones, generen más empleo, capten y mantengan el talento y propicien un desarrollo sostenible de nuestra comunidad. Y no solo dirigido al sector servicios, concretamente al turismo, nuestro motor económico, sino también a los sectores primario y secundario, el de las materias primas y el de la transformación y fabricación, los grandes olvidados en la recepción de ayudas y sin embargo tan fundamentales para nuestra sociedad y desarrollo económico.
El año 2022 nos empujó de nuevo, a grandes rasgos, a posiciones de liderazgo económico, arrojando datos optimistas, ya no respecto al escuálido 2021, sino al potente 2019 prepandémico, al haber llegado a Balears 16,5 millones de turistas -unos 400 menos que en 2019, con una reducción en Mallorca casi neutralizada por Menorca y las Pitiüses-, pero que dejaron un gasto de 17.316 millones de euros, superior en casi un 5% al año de referencia. La caída de turismo alemán y británico fue compensada por subidas notables de los visitantes españoles.
Debemos tener presente también, porque es importante y porque nos da una dimensión reforzada de la potencia de nuestro tejido económico, que 2022 ha sido el año del comienzo de la guerra ruso-ucraniana, de las restricciones logísticas de bienes agravadas por el brote de Shanghái, que cerró el principal puerto del mundo entorpeciendo la cadena de suministros, de las fuertes subidas de precios y, con todo ello, del disparo de la inflación. Una guerra que de manera imprevista se metió en nuestros hogares a través de una crisis energética que ha puesto en solfa el frágil equilibrio del sistema europeo, que se sostiene hilvanado con reducciones de impuestos estatales energéticos y, aun así, subidas tremendas de los recibos finales de la luz y el gas que seguimos pagando los ciudadanos y las empresas hasta el día de hoy.
El efecto inmediato ha sido el aldabonazo de la inflación y la inexorable subida de tipos de interés para contenerla, lo que ha creado un invierno de descontentos generalizados. Un panorama propicio a la subida de impuestos a que nos tienen habituados las administraciones pero contra la que nuevamente debemos encender las alarmas para advertir del alto riesgo de frenazo en las empresas, en sus planes de expansión y en la generación de empleo.
Por otra parte, paradójicamente, 2022 fue el año en que la gente pudo disfrutar de tantos y tantos viajes frustrados y aplazados y superar los sentimientos más reprimidos de la pandemia: la necesidad de moverse, de expandirse, de viajar, de libertad, aunque todo se circunscribiera mayormente a geografías más cercanas a los hogares de cada uno. Tal vez este aspecto explique que se redujera la presencia de alemanes e ingleses entre nuestros visitantes y aumentaran los españoles, que, deseando viajar, tampoco querían irse muy lejos.
En aportar estabilidad en esta coyuntura tan volátil, la empresa familiar ha tenido un alto protagonismo al situarse como locomotora gracias a sus fundamentos de resiliencia, conocimiento del territorio y seguridad. Las empresas familiares hemos sido las que hemos ofrecido la tranquilidad y la calidad en los momentos más duros e inciertos, pero también notablemente en la recuperación económica. De manera natural y lógica porque somos las de aquí, las de siempre, con un objetivo principal: mantener y cuidar el legado empresarial familiar para que nos trascienda proyectándose hacia las generaciones venideras. Y siendo conscientes de que la empresa familiar no es solo la familia, sino un concepto de gran significado, una filosofía que engloba a las personas que conforman los grupos y equipos que responsablemente se dejan la piel en los objetivos que asumimos, una fuerza humana que hace que estemos donde estamos. Debemos recordarlo sobre todo ahora, en tiempos inciertos.
No tenemos que esconder nuestras virtudes, a pesar de nuestra proverbial discreción como mallorquines, menorquines, ibicencos y formenterenses y como empresarios familiares. Sino estar orgullosos de formar parte principal del tejido empresarial que sustenta la economía y la sociedad balear. Por eso reivindicamos y apostamos por dar a conocer nuestros valores de familias empresarias.
En esta línea, hemos puesto en marcha uno de los programas más interesantes y con mayor receptividad de los que hemos hecho en la ABEF, que empezamos a desarrollar el año pasado con institutos y colegios de las islas «L’empresa familiar a les aules», con el objetivo de trasladar a los jóvenes el espíritu emprendedor y poner en común la importancia de las empresas familiares y sus valores. Gracias a esta iniciativa decenas de estudiantes de ESO y Bachillerato de entre 15 y 18 años han empezado a conocer de primera mano la realidad empresarial de las islas a través de ejemplos concretos.
El programa, abierto a todos los centros educativos del archipiélago interesados, se estructura en diferentes bloques, que incluyen una presentación en el aula de los contenidos a tratar, una charla de un empresario familiar, una visita de los alumnos a la empresa y una sesión final en el aula destinada a extraer conclusiones. El proyecto incide en la práctica de los contenidos de economía y empresa de los currículos, algo muy necesario, ya que no se puede conocer la realidad en profundidad sin interactuar con ella, y pretende contribuir al desarrollo de las competencias clave de los estudiantes reforzando los valores de las compañías familiares, como son la constancia, la innovación, el crecimiento sostenible, el compromiso, el emprendimiento, la proximidad o el liderazgo. Estel Ingeniería y Obras, Grupo Serra, Malla Publicidad, Sampol Ingeniería, Construcciones Metálicas Cañellas o Almacenes Femenías son algunas de las compañías de la ABEF, a las que seguirán otras, que ya han cumplido su compromiso de contacto con los más jóvenes, con muy buenos resultados de asistencia y participación.
Sin olvidar el legado de nuestro ADN, debemos tratar de sortear las dificultades de esta era de la inestabilidad para domesticarla y ‘surfearla’, combinando la tradición con la transformación digital y la innovación, haciendo viable el futuro para las siguientes generaciones trabajando sobre planteamientos de transparencia, autenticidad, circularidad y sostenibilidad.
Gracias a todos y todas por estar ahí. Me tenéis, nos tenéis, a vuestra disposición para cualquier consulta o aclaración sobre l’Associació Balear de l’Empresa Familiar. Estaremos encantados de informaros.
Fuente: Anuario 2022 El Económico.